Cuidado con la Novia.
Publicado: 10 marzo, 2015 Archivado en: Reflexiones Deja un comentarioCuidado con la Novia.
Quiero contar lo siguiente basado en una predicación de Bob Sorge. El título del mensaje fue: «No son negocios, es algo personal».
En Juan 3.29–30 dice:
«El que tiene a la novia es el novio. Pero el amigo del novio, que está a su lado y lo escucha, se llena de alegría cuando oye la voz del novio. Ésa es la alegría que me inunda. A él le toca crecer, y a mí menguar».
En este pasaje se menciona al novio que es Jesús, la novia que es la iglesia y el amigo del novio que es Juan el Bautista.
Juan, el amigo del novio, está preparando a la novia para su Señor y lo hace con lealtad hacia el novio. Cuando Jesús llega, Juan se hace a un lado porque piensa: «Él debe tener cada vez más importancia y yo menos». Pero sus discípulos le dicen: «se está yendo la gente, todos van a él en lugar de venir a nosotros». Juan les dice: «que él tenga éxito me llena de alegría». En otras palabras, a mí no me interesa ser famoso o hacer plata, porque lo mío no es un negocio sino un asunto personal, se trata de Jesús.
Juan no estaba interesado en promoverse, en darse a conocer ni en beneficiarse, su único interés era dar a conocer a Jesús y preparar el camino para Él.
Para Jesús es sumamente importante ver cómo estamos sirviendo a la novia o a su iglesia, ¿para nuestro beneficio o para Él? Después de ministrar, ¿de quién habla la novia, de nosotros o de Él? Lo que hacemos, ¿lo hacemos de tal manera que la novia después de haber estado con nosotros piensa en Jesús, habla acerca de Él, está más enamorada del Señor y anhela encontrarse con Dios?
La responsabilidad del amigo del novio es hacer que la novia ponga sus ojos en el novio. Pero a veces el amigo del novio trata de conquistar a la novia y por eso algunas mujeres terminan enamoradas del amigo del novio.
Pablo dijo:«No nos predicamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como Señor» (2 Corintios 4.5).
Podemos predicar o cantar acerca de Jesús y al mismo tiempo promocionarnos. Estamos haciendo algo bueno, pero con una intención oculta. Si por alguna razón la novia empieza a poner su atención en nosotros, Jesús se queda observando para ver qué vamos a hacer.
Una de las mejores ilustraciones de lealtad hacia el novio la encontramos en el libro de Ester: «Cuando a Ester […] le llegó el turno de presentarse ante el rey, ella no pidió nada fuera de lo sugerido por Jegay, el eunuco encargado del harén del rey» (Ester 2.15).
La función de Jegay era aconsejar a Ester cómo vestirse, cómo hablar, qué perfume usar, todo lo necesario para conquistar al rey. El rey le había confiado a Jegay las mujeres entre las que elegiría a su futura esposa y confiaba en él porque era un eunuco. Un eunuco era una persona que no tenía interés en las mujeres porque lo habían operado o, para entenderlo mejor, lo habían castrado. Le quitaban todo lo que podría poner en riesgo a su prometida. Eso mismo quiere hacer Dios con los que servimos a su esposa, él quiere que seamos operados de toda intención oculta que pueda llevarnos a sacar provecho o a beneficiarnos de su amada.
Pero no es fácil dejarse operar. No es fácil dejarse quitar la satisfacción que produce el que la novia nos aplauda, admire, idolatre y recuerde. Pero es necesario hacerlo para que Dios nos pueda confiar a su amada porque Él es un Dios celoso y no compartirá su novia con nadie. El Señor quiere verdaderos amigos que no busquen nada de la novia sino que todo lo obtengan de Él. Que Dios sea quien supla todas nuestras necesidades, que Él sea quien nos llene, que sean las palabras de su boca y los besos de su Palabra los que suplan nuestra necesidad de ser amados.
No usurpemos el lugar de Dios en la vida de la novia, pues desde el momento que ella empiece a mirarnos y nosotros comencemos a vivir de la atención que ella nos da, ya no seremos los amigos del novio, sino su competencia.
¿Cómo esperamos que Dios nos bendiga si estamos abusando de su novia?
Servimos a un Dios celoso que no comparte su gloria con nadie. Debemos pedirle a Dios que nos purifique de toda intención oculta y que Él sea el que supla nuestra necesidad de atención.
Dios los bendiga
Nota del administrador: este es un fragmento del libro ¿Como conquistar el corazón de Dios? de Andres Corso.
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